Mercedes-Benz 300 SEL 6.8 AMG: El origen de unas siglas de poderío

El inicio de AMG tuvo lugar en un pequeño garaje con un sedán ‘tuneado’

Muchos fans del motor giran la cabeza automáticamente cuando escuchan el borboteo de un Mercedes con una pinta más agresiva de lo normal, a menudo con una ‘stance agachada’ y ruedas de perfil bajo, pues saben que se trata de un modelo AMG. Los modelos más prestacionales de la marca hoy día se agrupan bajo estas siglas, si bien hasta no hace mucho, una época anterior que aún recordamos muchos, era más bien un preparador que trabajaba de manera más externa. Ahora bien, toda historia tiene un origen y la de AMG también…en concreto, su origen es el 300 SEL 6.8, también conocido como el ‘Red Pig’.

Tras el desastre de Le Mans en 1955, Mercedes decidió apartarse por completo de las carreras y dedicarse de manera exclusiva a fabricar coches de producción en serie, habiendo cortado su programa en la Fórmula 1 donde eran la fuerza dominante con los W196 pilotados por Juan Manuel Fangio y Stirling Moss. Durante unos años, la marca de las flechas de plata no tenía nada, absolutamente nada que ver con los circuitos. No obstante, con el tiempo hubo quien quería hacer algo de carreras con modelos de Mercedes-Benz. Estos fueron los ingenieros Hans-Werner Aufrecht y Erhard Melcher, quienes trabajaban en un taller en Großaspach . El apellido de cada uno más la localidad dio lugar… a AMG, empezando su actividad allá por 1967.

El primer coche en el que trabajaron como base era un Mercedes-Benz 300 SEL 6.3 W109, una generación que a su vez era la evolución directa del W108, con suspensión neumática en lugar de suspensión de muelles y más elementos de alta gama, además de ser el W109 la variante de mayor distancia entre ejes. Los W109 contaban con varios motores de seis cilindros en línea, pero las versiones más tope de gama utilizaban motores de ocho cilindros de 3.5, 4.5 y 6.3, siendo este último el M100 que Aufrecht y Melcher escogerían para su proyecto AMG. Un proyecto garajista en toda regla, esa palabra que unos años más tarde acuñaría de manera despectiva nada menos que Enzo Ferrari.

Evidentemente, el 300 SEL W109 no estaba pensado para competir – ni de coña, teniendo e cuenta que era un coche muy pesado y poco ágil en comparación con los deportivos que solían verse en carreras de la época. No obstante, la magia que lograron Aufrecht y Melcher haría que el coche pudiera ser competitivo a principios de los setenta en las apariciones que realizó. Y de aquí es de donde parte el inicio de lo que hoy conocemos como AMG, ya completamente integrado dentro de la marcha de Stuttgart. Habían convertido por completo un coche de lujo en un vehículo capaz de competir con las estrellas del Campeonato Europeo de Turismos en un garaje ubicado en un pequeño pueblo al noreste de Stuttgart.

Mecánica del Mercedes-Benz 300 SEL 6.8 AMG

A base de cambiarle las tripas al que sería el Red Pig, el 6.3 V8 fabricado a mano pasaría a ser un 6.8. Para ello se ajustaron diferentes elementos como los pistones, las levas, varillas y cigüeñales, de manera que un propulsor que originalmente daba unos 250 caballos y 503 Nm de par motor llegó a superar los 420 caballos y 600 Nm de par motor, evolucionando con el paso de los años (además de este coche de carreras, AMG ya trabajaba en mejoras de motores Mercedes). Ahora bien, el conjunto seguía siendo pesado, pero Aufrecht y Melcher lo aligeraron retirando los asientos traseros y cambiando las puertas por unas de aluminio, ahorrándose cerca de 200 kilogramos. Salvando las distancias y los cambios en el mundo del automóvil, su equivalente actual sería un Mercedes-Benz Clase S W223 siendo aligerado para competir en carreras de resistencia.

Originalmente, el 300 SEL utilizaba una caja de cambios automática de cuatro velocidades, pero se hizo un invento para que se accionase como una caja de cambios secuencial. Más tarde, se cambió la caja de cambios por una ZF de cinco velocidades. Todos estos cambios y más hicieron que el Red Pig se volviera competitivo. Más de lo que algunos llegaron a pensar cuando se inscribió para las 24 Horas de Spa-Francorchamps de 1971, aún en la versión de 14,8 kilómetros de longitud que había utilizado la Fórmula 1 en sus primeros años. Pocos apostaban a que este enorme sedán rojo llegase a ser segundo (y primero de su categoría), sólo superado por el Ford Capri RS de Dieter Glemser y Alex Soler-Roig, piloto español de Fórmula 1 y tío de Daniel Juncadella (quien lograría ganar esta misma carrera en 2022).

La velocidad punta era el punto fuerte de este Red Pig, alcanzando unos 265 kilómetros por hora descomunales para los estándares de la época. Ahora bien, siendo un coche tan pesado con un V8 6.8 hacía que el coche tragase mucho más combustible que sus rivales, además de que los neumáticos sufrían mucho más al soportar los más de 1.600 kilogramos más la carga de combustible y el piloto. Puesto que el antiguo Spa era rapidísimo, sobre todo en la zona de la chicane de Masta que lleva casi medio siglo sin utilizarse (desde que se estableció el circuito que se utiliza hoy día), los puntos fuertes del AMG original se hacían notar.

Por desgracia para AMG, poco después la FIA cambió la normativa del Europeo de Turismos limitando la cilindrada máxima del motor a cinco litros de manera que el Mercedes-Benz 300 SEL 6.8 AMG se quedaba sin poder participar, habiéndose fabricado entre tres y cinco unidades, dos de ellas unidades de pruebas. El Red Pig se convertiría en una mula de pruebas para la empresa francesa Matra (aprovechando tanto su potencia como el amplio espacio en su interior) para el desarrollo de componentes del que se puede considerar el avión más icónico de todo el siglo XX: el Concorde. Se cree que el resto de unidades se perdieron con el tiempo, quedando sólo réplicas que se pueden ver en los museos de la marca.

Pese a su corta vida, marcó el inicio de la trayectoria de AMG junto a Mercedes (con un contrato de colaboración en 1993 y una absorción a finales de los noventa) y, sobre todo, la afiliación de AMG al mundo de la competición. Mercedes y AMG han estado juntos en toda clase de proyectos como los de Le Mans (el cual comenzó no del todo bien, con el CLR que se marcaba triples saltos mortales), el DTM y, por supuesto, su exitoso paso en la Fórmula 1 que, hasta ahora, le ha dado seis títulos mundiales a Lewis Hamilton y su título a Nico Rosberg entre 2014 y 2020.