Mecánica del Ford GT40
Si hablamos del Ford GT40 como coche de calle, hablamos estrictamente del Mark I dado que los Mark II, Mark III y Mark IV no tuvieron versiones con matrícula procedente de Ford – mucho menos el Mark IV por su concepción. Como es de esperar, comparte muchos componentes con el coche de competición, empezando por el motor 4.7 V8 (es el mismo que el 4.9 que ganó en 1968 y 1969, pero para el de carreras se quitaban los anillos de los gásquets para ganar cilindrada). En su versión de calle daba unos 340 caballos de potencia y 456 Nm de par motor, una potencia ya de por sí digna de superdeportivos…aunque el concepto de superdeportivo como tal no existiría hasta casi diez años después con la llegada de los Lamborghini Countach y demás bólidos con forma de cuña.
La caja de cambios de cinco velocidades (en una época en la que lo habitual era ver coches con tres o cuatro marchas) era de ZF y la suspensión era independiente – en definitiva, muy cercano al coche de carreras. Ahora bien, esto no significa que fuera un coche ‘desnudo’ en el interior. Aunque austero (y apretado, al ser un coche pequeño y extremadamente bajo), llevaba materiales de calidad en los asientos y las puertas, además de interruptores y muchos diales analógicos en el salpicadero. Y, pese a ser un coche nacido para las carreras, las unidades de calle tenían asiento de copiloto.
Un tracción trasera con motor central, 340 caballos, poca aerodinámica (casi todo era agarre mecánico en aquellos tiempos, antes de que empezase a desarrollarse este campo) y 1.080 kilogramos de peso en vacío. Es decir, una combinación brutal para la calle, tal como lo han sido los Ford GT posteriores. En total se hicieron una treintena de unidades del Ford GT40 Mark I de calle, aparte de todas las unidades de carreras fabricadas – lo cual suman más de un centenar de unidades originales. El coche de calle en sí es una verdadera pieza de coleccionista, pagándose más de tres millones de dólares por unidades en subastas. Todo un icono del automovilismo, viéndose también en ropa del motor, por supuesto.
Sucesores
Además de los Ford GT40 purasangre, pata negra o como uno quiera llamarlo, se han fabricado muchas réplicas a lo largo de estos casi sesenta años. Se han hecho kits, ya fueran réplicas con licencia que fueran clavados a los GT40 originales o bien modernizados, con el aspecto de siempre pero con componentes nuevos, mejoras a nivel de ergonomía e incluso variantes electrificadas. Algunos de estos son los GT40/R Competition, el Southern GT, el CAV GT o el de Holman Moody. Además de los Ford GT de principios de siglo y la generación más reciente – la que, 50 años después, volvió a ganar en Le Mans en la categoría LMGTE – existió otro sucesor.
Hablamos del Ford GT90, un prototipo espectacular de mediados de los noventa que adelantó la estética ‘New Age’ que tomarían los futuros modelos de la marca, como fue el caso del Focus de primera generación. El GT90 montaba un motor V12 capaz de dar la friolera de 720 caballos de potencia – además, muchos componentes estaban sacados del Jaguar XJ220 (en aquellos años Ford era la propietaria de Jaguar). Por desgracia, este coche nunca se llegó a producir en serie. Ford también diseñó una variante del GT40 pensada en los rallyes: el Ford GT70, un concepto muy similar al Lancia Stratos con motores V6 del Ford Capri RS2600 así como el Cosworth BDA cuatro en línea. Tampoco tuvo éxito, aunque sí que llegó a competir en algunas pruebas y se fabricaron hasta seis unidades en total.